miércoles, 21 de octubre de 2015

¿Qué sois antes, españoles o seres humanos?

La idea original era hacer un "abogado del Diablo" con este tema, pero quizás tengo ciertos límites que no puedo o quiero traspasar, y supongo que este es uno de ellos. Mucha gente ya ha escrito sobre ello e incluso algunos están ya olvidando el asunto, como si se tratara de algo pasajero y arreglado; pero esta crisis migratoria solo ha hecho más que comenzar. No quiero ir de adivino, porque de política-social sé bastante poco, pero me atrevería a decir que esta va a ser la primera de las muchas migraciones masivas que, tristemente, nos veremos obligados a "arreglar" en un futuro quizás bastante próximo. Este suceso es suficiente para amargar el humor a más de uno, pues es muy triste ver cómo miles de personas se ven obligadas a abandonar su hogar por una guerra que ellos no comenzaron y a la que nadie (temo por interés) quiere dar verdadero término. Pero, en mi caso, aún más me enerva la hipocresía barata y gratuita que algunos de mis congéneres más cercanos demuestran.

Ya en su día puse vía Twitter algo que me pareció bastante acertado:

¿Qué sois antes, españoles o seres humanos?

Esto vino a cuento con la ingente cantidad de personas que, de forma hipócrita, afirmaban que los refugiados eran un problema que no "tenía que ver nada con nosotros". Sí, recalco ese nosotros. Es un hecho trágico que -y no con ello ataco al patriotismo, que aunque no lo siento, lo respeto- algunos seres humanos se sientan más pertenecientes a ciertos territorios o países que al género humano. Y esto me parece fatídico, pues si ni siquiera nos compadecemos de la desgracia ajena, o solo lo hacemos con los que comparten un sustantivo inventado y ficticio llamado país, algo cambiante y que apenas es más anciano que algunos de los árboles que nos rodean,  no sé qué será de nosotros como especie. Se puede compaginar perfectamente un orgullo patrio y un amor, más o menos generalizado, hacia el resto de seres humanos, pero parece que en este mundo de nacionalismos exacerbados prima más lo nacional que lo mundial; todo esto en un mundo que apenas es una mota de polvo en un inmenso mar negro. Nuestro pequeño orgullo pesa más, paradójicamente, que todo un infinito desconocido. Entonces, ¿qué somos nosotros? ¿personas de un planeta al que todos pertenecemos o ciudadanos de distintos países? ¿Anteponer unas fronteras artificiales, en lo general, bañadas con la sangre de miles de humanos, o asumir un sentimiento universal por quienes nos rodean? la respuesta es fácil, pero difícil es saltar el muro de intereses que nosotros mismos hemos edificado. Llego a comprender que los países, como entidades egoístas que buscan el bienestar de sus habitantes, no estén interesados en acoger personas que migran de otras naciones -con el inri de que ciertos países ya poseen una situación cuanto menos complicada- pero que sean las personas de a pie, las que viven el día a día de lo mísera que puede ser esta vida, las que opinen que los refugiados -porque son refugiados, no vienen aquí de vacaciones; sobre sus cabezas ronda la muerte- son problema ajeno y que no debemos ayudarles en lo posible, hace que pierda la esperanza en lo que somos y me hace ver lo ruines que podemos llegar a ser.

Y todo esto acontece en un país donde hace apenas setenta años gran parte de la población se vio obligada a emigrar a otros países -o algunos familiares o conocidos se vieron obligados e ello-. Gran cantidad de las personas que afirman que los refugiados vienen aquí a vivir la vida son hijos o nietos de exiliados que tuvieron que abandonar todo por una guerra que, fíjate tú por donde, ellos no propiciaron. Tienen la osadía de exigir a personas que sufrieron lo mismo que sus abuelos que no vengan a su país a "quitar el trabajo a los de aquí". Esto es lo peor de todo. Personas que por interés y egoísmo no son capaces de mirar atrás y bajarse del carro del orgullo patrio. Incluso aquellos antepasados que no pudieron salir de este país y fueron fusilados y coartados estarán revolviéndose en sus tumbas viendo esta injusticia. Y no es algo exclusivo de nuestro país, España no es tan diferente, la gran mayoría de los países europeos, países donde el mestizaje ha sido algo frecuente durante siglos, también son reacios a una ayuda real. De nada me sirven unos cuantos pisos para un puñado de refugiados; son cientos lo que se quedan sin un techo en el que poder dormir y miles los que tienen que sufrir el terror en su tierra natal o en el camino hacia la tierra no tan prometida.

No estoy exigiendo una ayuda frenética en la cual debamos sacar de donde no hay; cualquier pequeña ayuda se convierte en inmensa para esta pobre gente. Pero lo que me parece lógico y de sentido común es que no se niegue una ayuda que como seres humanos deberíamos entender como imposición en una moral que quiero creer existe dentro de todos nosotros. Lo que se está produciendo en Siria (y alrededores) es una auténtica tragedia, una de las peores de la historia me atrevo a afirmar, y el hecho de que año tras año los países más pudientes hayan decidido abandonar a su suerte a estos países me repugna (tan solo hace falta hacer mención al conflicto de Palestina).

Todas estas circunstancias nos dan una imagen muy práctica de la escasa capacidad de empatía que tenemos a día de hoy. Sé que el ser humano es egoísta por naturaleza, pero también sé que nuestra historia es una sucesión continua de acciones que luchan contra ese egoísmo y contra nuestro yo más primitivo. Creo que, estando en un siglo tan "avanzado" como se supone es el nuestro, debemos ir un paso más allá y fijar nuestras miradas más allá de ciertas fronteras impuestas por el hombre. Creo que va siendo hora de asumir que, como humanos, deberíamos tener ciertas preferencias y anteponer los sentimientos humanos a los patrios. O por lo menos, y quedándonos en una situación más terrenal, echar la vista atrás y ver en qué se resume nuestra historia, tanto la más cercana como la lejana, y no pecar de hipócritas. Estamos en un mundo demasiado pequeño como para dejar llevarnos por fronteras, y sobre todo, en un mundo tan pequeño en el que por ello sería demasiado fácil ayudar.

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